1 de octubre de 2021

A SAN MARCOS SIERRAS

 

Por Romina Brisindi

Otra vida, otro tiempo sin tiempos.

El río arrullaba las manzanillas que crecían, aunque no quisieran hacerlo, desordenadas. Respiraba profundo. Mientras los escuchaba a lo lejos reírse, me penetraba el aroma de cada árbol, de cada planta. Los identificaba.

Las lavandas pelean su lugar con las totoras al costado del río. Río que desciende del deshielo de Capilla y pasa calmo, sin apuro por sucesivas cascadas que juegan a las escondidas debajo del puente. Puente que me llevaba a un futuro soñado, pero supo quedarse en el pasado. No están más los tres ahí, sobre el puente, con sus brazos abiertos en v sonriéndome victoriosos.

Contemplo entonces los sauces. Sauces que acarician el agua espejada, de un verde denso, pastoso, espatulado. Verde de sus plantas adheridas al fondo del río, hacen que el verde sea más espeso. Verde testigo de mi calma. Flores arrastradas por el agua dan color al verano que se escapa, como se nos escapaba el amor y no queríamos darnos cuenta.

Rodeada de sierras inclino suave la cabeza hacia atrás, apenas puedo ver el cielo celeste brillante entre los árboles. Los colores se funden si los miro a distancia, como los recuerdos que se mezclan, como el agua que se mueve. Si los miro fijo, entre las hojas están inacabados, como ese pasado que no fue.

Cuánto te quería, ahora que te abrazo en un sueño, cuanto nos dolemos, me decís.

Y el agua sigue corriendo bajo mis pies.

Imagen: El estanque de las Ninfeas, lienzo de Monet