Por Eustaquio Soria
Esa mañana me despertaron los traqueteos del aparejo, los gritos de los albañiles de un piso a otro y el chocar apagado de maderas que ellos apilaban en la construcción. El rojo de los ladrillos, su asentamiento gris de la argamasa y las columnas de cemento se iban tapando con el revoque que vomitaba la máquina desde el andamio de altura, balanceándose allá arriba. ¿Mboy Ary añongatu va'erã ajogua hãguã ko oga ? (1)