4 de septiembre de 2020

PERFUME DE JAZMINES

 

Por Héctor Corti


Son sombras difusas. De lejos no se pueden ver bien. Apenas se distinguen inmersas en una nube de niebla envolvente como si las protegiera o si las ayudara a ocultarse de vaya saber qué. Se ven deformes como montículos de basura a punto de soltar su podredumbre. El viento que une la distancia hace lo suyo. Se lleva el perfume de los jazmines. Y trae un olor acre y rancio. Aroma a diablo que insiste en permanecer.

Ahora se mueven. Sigilosas. Envolventes. Van hacia su objetivo. Carroñas asociadas a la muerte. La cercanía permite advertir que son figuras ¿humanas? Están agazapadas y atentas. Esperan el momento. Se sienten poderosas. Desafiantes. Impunes. Capaces de arrastrarse como animales. De ensuciar aún más sus sucias manos.

Están lanzadas. Poco les importa si son vistas. Ya no se pueden ocultar. Tampoco les interesa. Se disponen a dejar la marca oscura y tenebrosa. Irracional. Sus rostros tienen rasgos de odio. Se apuran pero lo disfrutan. La tarea es sencilla. No tienen culpa. Destruyen con saña la baldosa. Y la tapan. Creen que la memoria se puede cubrir con cemento. Que así nada volverá a ser. Que así por fin triunfará el olvido.

Ya no están cuando una luz asoma de nuevo. Ahora todo es brillante. Como si concentrara los rayos del sol y de la luna. El camino vuelve a ser transitado. Se suman los brazos. Se pone en marcha la reconstrucción. Una vez más. Como tantas veces. Hay sonrisas. Alegría. Poesías. Compromiso. Resistencia. Memoria.

Las figuras ¿humanas? se confunden en la distancia. Son sombras difusas. Parecen carroñas asociadas a la muerte. Montículos de basura a punto de soltar su podredumbre. Saben que la memoria no se puede tapar con cemento. Por más que rompan mil veces la baldosa. Porque la poeta sigue estando. No pudieron desaparecerla. Perdura en sus poesías. En el latido de los corazones. En el perfume de los jazmines exparcido por el viento.

La poeta se llama Lucina.