Por Beatriz Heber
La desolación que domina la imagen resulta familiar en estos días. En medio de la noche ciudadana, de calles desiertas, con negocios antiguos de vidrieras oscuras; el edificio del bar, con un ventanal continuo totalmente vidriado, se proyecta como la proa de un barco y forma esquina. Sobre el techo corre una marquesina con un anuncio de cigarros “Phillies”. Extrañamente no se ve la puerta de entrada. En el local, en una barra continua que replica el ventanal, se encuentran acodados tres trasnochadores, un hombre solitario con traje y sombrero, y una pareja, él también con traje y sombrero, y ella con un vestido entallado rojo.