Un homicidio poético. Matías Gil
Siempre para esta fecha, voy a aquel lugar, ese lugar
donde para mi gusto ocurre un feo homicidio. Sé que todos los homicidios son
feos, no pensaran que soy loco, soy bastante cuerdo, tengo mis cosas como
cualquier persona, pero soy bastante cuerdo. Seré algo indiferente, a veces, en
algunas cosas, pero como todos.
En
fin, cuando cae la fecha me dirijo a este lugar, al cual estoy yendo en este
momento, con la mismísima falsa ilusión de ver un homicidio poético. ¿Por qué
un homicidio poético se preguntará? Y porque… es algo que uno va deseando desde
que empieza hasta que termina la pelea. Sí, hay una pelea, lo acaba de notar y
es obvio que es a muerte. Pero, a usted realmente lo que le importa, es el
motivo por el cual yo quiero que uno de los contrincantes lo mate al otro. ¿Verdad?
Bueno espere que ahora le cuento.
Voy
hasta la sucia y oscura ventilla. De la cual me observa un títere de este
matadero, y yo parte del mismo titiritero compro la entrada. Me dirijo hasta
las gradas. Me acomodo, siento el olor a muerte, miro la arena de combate. Los
demás espectadores burbujean de júbilo. No es algo que comparta, yo no lo veo
como una fiesta, solo espero el momento poético.
Muy
bien, ¿en qué estábamos? Ah ¡Sí! Quiere saber por qué yo elijo por así decirlo,
un favorito, un predilecto, el cual tiene la exactitud de poder llevar a cabo este
homicidio.
Bueno, los rivales están a punto de salir al campo.
Sale por un lado el primero de ellos, un hombre de
postura firme, que parece refinado con su atuendo llamativo, lleno de lentejuelas
y su muleta roja. Y por el otro lado sostienen a la bestia. Es hermosa, sí, una
bestia hermosa. Debe pesar unas dos toneladas, es enorme. Lo están
enloqueciendo para que el ardiente rojo le nuble la vista y solo quiera
embestir, sin técnicas, asestar su golpe.
¿Sabe usted lo que está a
punto de hacer ese hombre que presenta una prepotente elegancia? Lo va a marear
y a clavarle varias lanzas en el cuello para evitar que pueda levantar la
cabeza y fijar mejor el blanco. Y cuando se canse de jugar con la bestia, la va
a intentar matar. Dígame la verdad ¿Usted qué piensa? ¿Le parece bien? El hombre en un intento de…
podemos decir… dosificación toma la rienda y la decisión en la vida del otro
ser y encima si no logra matarlo puede venir otro a hacer su trabajo sucio… sí,
una especie de divinidad. ¿Y todo esto para qué? Para el deleite de un público,
vulgar, insípido e indiferente. Sepa que por eso tengo un elegido, en este horroroso
espectáculo.
Justo
observo que la bestia casi logra una estocada. El hombre pierde su firmeza,
junto con unas cuantas lentejuelas. El miedo al igual que la sangre desbordan
la herida. Y la bestia lo sabe, por eso no se demora en seguir la carrera e
intentar lograr la estocada final. Las piernas del hombre se notan flojas, la
osamenta se acerca a gran velocidad… y da en el blanco. El hombre es desclavado
del suelo con una facilidad sorpréndete, pero queda aferrado a la bestia, que
con unos cuantos sacudones de cabeza logra desprendérselo dejándolo tendido en
el suelo, sin moverse
¡No
lo puedo creer, se me pone la piel de gallina! El llanto es de felicidad. ¡Por
fin se produjo este momento! ¿Sabe cuánto vine a este horror? Cientos, miles de
veces. Y nunca pude presenciar el homicidio poético. No creo que a alguno le
pase lo mismo que a mí. Observo que la multitud sigue en júbilo. ¿Realmente
creen que es una fiesta? Por alguna razón son espectadores ¿no?
Tal
vez si no hubiera público, no habría show. Es así la cuestión. Será que todes
son así, será que yo también soy así…