16 de junio de 2021

LA FRACTURA


Por Fernanda Benedetti

Y cayó del techo. Siete pisos de vuelo mortuorio hacia la vereda, que lo aplastaría para convertirlo en una bolsa de piel llena de pedazos que no podían articular vida. La pasión, la locura y la muerte sintetizadas en un lago de sangre y un cúmulo amorfo de carne y huesos.

No lo vi, no lo escuché ni lo sentí, pero lo supe. ¿Cómo es la muerte que me llena de culpa? ¿Cada muerte es esa muerte que debió ser la mía? ¿Cómo es que con su hachazo de pena me partió mi historia? Y ya no quise comer más, no se si no quería… no podía querer. Y desde esa quebradura, gota a gota empecé a sangrar. Esa fisura, ahora hecha de yogurt y manzana, cada vez me hacía perder más materia. A los meses, ya era indisimulable: no es solo que mi anatomía se hubiera empequeñecido, ni que ninguna persona me viera comer, más que algún fruto del que condenó a Eva, sino que simplemente el flagelo me había vaciado. Mi yo escurrido por el agujero, sepultado, llorado únicamente por mis crías. Y ahora mi cuerpo ocupado por esa mujer rota y seca que deambulaba como fantasma, ni pensar bien podía, ni sentir. Poco de mí había quedado ahí, solo escueta conciencia.

Obnubilada de hambre, viéndome atrapada por una dualidad perversa y un sufrimiento infinito que me hacía sentir cada día más loca, ¿ese cordón que me anclaba a la realidad… se había cortado? Comencé a huir, primero disimuladamente y sin apuro, hasta correr despavorida por el descampado… Esa maldita fractura, cada vez me dolía más, me quemaba, es que… como si una pudiera escaparse de sí misma… Enceguecida de tanta luz, caí paralizada de lado sobre el colchón plano de los pastos. Ahí donde un sol brillante aturde, rociando su fuego en la espesura rasa, que arde verde, inmóvil, plantas quietas, mudas, de ojos abiertos, asistiendo a su final ineludible como brujas en la hoguera…