19 de junio de 2021

A LA MADRUGADA

 

Por Liliana González

Primero fue el agua, empezó a correr por sus piernas en forma cada vez más abundante… “me estoy meando”, pensó con asombro, ya que no había tenido ninguna sensación apremiante en su vejiga. Estaba sola a la orilla del río que discurría cantando entre las piedras desde el Cerro de la Cruz. Levantándose la pollera empezó a cruzar hasta la otra orilla. Tenía que huir. Lo había decidido. Debía llegar hasta el rancho de su madrina que vivía en Cruz del Eje, porque el Jacinto había jurado que le mataría al crío.

Mientras avanzaba por el agua transparente y correntosa tratando de pisar las piedras planas para no caerse, sintió la puntada en el bajo vientre, un dolor agudo como cuando le venía el sangrado. Se detuvo sólo un instante para seguir andando. Casi cuando estaba a punto de llegar al otro lado, volvió a sentirlo, esta vez más fuerte, todavía, y más largo. Se aferró a los juncos de la orilla, doblada sobre su propio cuerpo hasta que el espasmo lacerante terminó. Después siguió caminando entre la maleza, hacia adelante para alejarse del río... No quería que él se despertara, y al notar su ausencia comenzara a perseguirla.

La tercera vez fue más rápido, pero ahora comenzaba en la parte inferior de la espalda, como si los huesos de la cintura a se le rompieran… algo adentro de su barriga empezó a empujar y empujar hacia abajo en un ritmo cada vez más acelerado y exigente. ¿Será que está viniendo? ¿Qué me pasa? -pensó mientras mordía su pañuelo para aminorar el dolor. Se acuclilló en el pasto y miró al cielo ... ¡Ay tatita ayudame!¡ Ay tatita!, gritó mientras las lágrimas se le metían en la boca y la nariz le goteaba sin parar. El alba abrió un espacio de luz tenue, como un camino de rosas blancas. Un perfume a retamas silvestres giraba en el ambiente. Los huesos de su pelvis se extendían sin piedad en contracciones cada vez más intensas y un grito prolongado salió de sus entrañas desgarrando el aire al mismo tiempo que se desgarraba la carne de su vagina como una flor sangrienta. No llegó a desmayarse. Sus manos bajaron a la entrepierna empapada y tocaron algo redondo, pequeño, suave como el vellón - Lo sostuvieron hasta que el cuerpecito azulado salió de adentro de ella a empellones completando el desgarró pero dando paso a un alivio momentáneo. El niño no respiraba…instintivamente cortó con los dientes la tripa que los unía y apretó a la criatura contra su pecho. Un zorzal trinó a lo lejos y el primer llanto de su hijo surcó la madrugada.