13 de noviembre de 2020

UNA NOCHE EN EL HUERTO DE CABEZAS


 Por Jésica Fernández


Había pasado varias noches de insomnio con esa idea rondándole la cabeza, esa no sería la excepción. Cerraba con fuerzas los ojos intentando permanecer quieto, inerte y así lograr engañar a los fantasmas que lo asaltaba en la oscuridad. Se levantó de un salto de la cama y como si su mano se moviera por voluntad propia deslizó lentamente los dedos temblorosos por la cortina. El contacto con aquel paño le produjo una sensación de asco y escozor en la piel, su estómago parecía dar un vuelco como si quisiera salirse.
Sabía que no era la cortina, sino lo que habitaba de tras de ella lo que lo inquietaba. No quería, pero su cuerpo se abalanzaba decidido al tiempo que sus ojos se negaban a cerrarse. No le quedó otro remedio que asomarse por el resquicio que se abría delante de él. Sus pupilas dilatadas intentaban hacer foco en el jardín del patio trasero del vecino. Allí se alzaba en medio de la noche una figura espeluznante vestida de harapos y sombrero de pana. Tenía los ojos puestos en su ventana. A sus pies un sembradío de calabazas que bañadas por la luz de la luna se veían como cabezas, cabezas arrancadas de sus cuerpos, cabezas colocadas en hileras por un verdugo que las custodiaba desde lo alto y que ahora tenía los ojos puestos en su ventana.

–No es más que un simple espantapájaros- se dijo así mismo y volvió a la cama.

Podía sentir el palpitar de su corazón como un tambor vibrante en sus sienes. Hundió la cara en la almohada para no pensar, pero no pudo, ahí estaban esos ojos clavados en él.

- Es un estúpido espantapájaros- repetía en silencio.

Era inútil, la idea de esos ojos fijos lo invadía. Esos ojos que se dedicaban a custodiar cabezas, ahora lo asechaban como si él fuera uno más del huerto. Sentía cómo su pulso se aceleraba y un sudor frío humedecía su ropa. El cuerpo no le respondía; otra vez estaba de pie frente a la ventana con esa tela asquerosa que lo arañaba entre sus manos. Los ojos buscaban en la oscuridad del huerto sin lograr ver nada, entonces sintió como si algo cortara el aire de un solo golpe y se vio rodar por el suelo como un balón desinflado.

La briza le tocó las mejillas despeinándolo suavemente. La luna bañaba la noche, la veía caer y envolver el huerto con la fragilidad intensa de un globo de cumpleaños. Desde allí observó su ventana abierta, esa odiosa tela que la cubría había desaparecido.

Lunes 10 de octubre, estudiante universitario fue encontrado colgado del cortinado de su cuarto esta mañana, las autoridades confirma el suicidio, se lee en el encabezado del diario matutino.