Toda una vida rajándole a la pobreza ¿para qué? Toda una vida rompiéndome el lomo ¿para qué? Justo esa noche, cuando por fin mi vida llegaría a la cima, viene a pasarme esto, que ahora les voy a contar.
Después de cinco años de noviazgo, ya me sentía seguro. Le pediría a Vivi que se case conmigo. No había sido una decisión fácil. Siempre me había inhibido mucho la entrada a su mundo. Pero eso ahora, ya no podía importar. Realmente era mi oportunidad, mi única oportunidad de una vida mejor, y no la iba a dejar pasar.
Esa noche, después de deambular por algunos bares, cuando estábamos por entrar al restaurante donde le pediría matrimonio, a un costado de la puerta, estaba ella. Una vieja rara, muy rara. Algo gitana… no sé. Su pelo parecía humo, humo enrulado y gris.
Me clavó los ojos, esos ojos que parecían agujeros sin fin, y apenas moviendo sus labios, sin sacarme nunca los ojos de encima, me dijo: “una monedita, por favor…” A partir de ese momento entré en otra dimensión. Como en una película vieja se sucedían las imágenes: mi vieja lavando ropa con furia, yo en pañales chapoteando en algún charco, mis hermanas, peleando siempre, mi viejo encabronado por tanto reproche y la guita que nunca alcanzaba. Después me veo endomingado, abanderado, tomando la comunión. Y la guita seguía sin alcanzar. Hasta puede ver mi propia imagen, actual, disimulando todo, aparentando normalidad …, y en esa misma película la vi a ella, la vieja del pelo humo, mirándome otra vez. Entonces, como desde la profundidad de un mar, escuché la voz de Vivi… “Roberto…Roberto… ¿qué pasa?... ¿qué te pasa?... ¿estás bien? ¿No tenés una monedita para darle?” Intenté dominar mi cuerpo, no pude. Sus ojos, esos agujeros profundos, seguían clavados en los míos, me atraían, me imantaban… No pude volver. Nunca más la vi a Vivi.
Toda una vida rajándole a la pobreza ¿para qué? Toda una vida rompiéndome el lomo ¿para qué? Para que un fantasma de mierda, salido de no sé dónde, me termine de cagar la vida.
