Por Susana Basilico
Solo al filo de la
muerte, en otro carnaval, el hombre había de revelar el enigma
propuesto por el viejo titiritero aquella noche de copas y
confidencias en la única taberna del lugar.
La mejoría antes
de la muerte... Carlos mira sus dibujos y recuerda todo. Hoy recuerda
todo, es carnaval y presiente el final.
Aquella noche se había enterado lo que todo ser humano quiere saber: cómo será su fin, sus últimos días.
Aquella noche se había enterado lo que todo ser humano quiere saber: cómo será su fin, sus últimos días.
Otro carnaval, hace
años, la fuerte tormenta lo detuvo en el viejo bar. No era el único,
estaba lleno de gente esperando que se calme un poco para poder
seguir su camino. La falta de lugar lo llevó a compartir la mesa con
Raúl, un viejo hosco que el alcohol fue ablandando. Así se enteró
que era carpintero.
-Mi padre también
lo era-, le dijo Carlos enseguida. La pasión de Raúl eran los
títeres. Él los construía y escribía las obras.
-Pero ahora cada
vez me cuesta más- le dijo Raúl mostrándole las manos. Pensó en
alguna enfermedad que le impedían usarlas.
Raúl enseguida lo
desmintió: - No son las manos, me voy perdiendo. Estoy empezando a
no saber quién soy.
Se hizo un espeso
silencio. Carlos miró para afuera y estaba dejando de llover. Pero
algo le decía que debía quedarse, que esa conversación con Raúl
tenía que ver con él.
-¿Así que tu
padre era carpintero? preguntó el hombre.
-Es lo único que
sé de él- dijo incómodo.
Pero notó que, a
pesar de la incomodidad, pudo decir algo que nunca había dicho: que
no sabía quién era su padre. No tenía más que ese dato inútil.
Todos sus viajes fueron la búsqueda del padre. Pero siempre se
chocaba con la misma pared y se daba cuenta que era un imposible.
-Nada es imposible-
le dijo Raúl, que parecía estar leyéndole el pensamiento. Y sacó
unos cuadernos de su bolso.
-Aquí está mi
historia con lujo de detalles. Léela tranquilo, vas a comprender.
Estaba amaneciendo
y la lluvia había parado. La taberna seguía abierta para refugio de
los viajantes.
-Te recomiendo que
busques alguna manera de documentar tu vida. Te va a hacer falta,
tenés que prepararte. La memoria tiene sus enigmas y cuando se
disgrega también se deshace la persona.
El titiritero movió
los hilos, quizás los últimos.