17 de marzo de 2020

CARLOS

Por Rosario Rivarola

Hace más de cuarenta años mi hermano Carlos escribía:

El juego interminable, el día esperado
Yo rompo todas las reglas
porque no estoy en el juego del que manda con su propiedad o alquila el mejor de la playa a costa de la libertad de otros.
Porque no tengo ambiciones ni deseos lúdicos….

Tomo sus palabras y las uno a las mías y conjuro de a dos.

Atravesar.
Atravesar los miedos, es haberlos tenido de niña y aprendido a medir las fuerzas, empoderándome de ellas.
Por eso, rompo todas las reglas,
no tengo íconos, ni dioses.
Conozco el juego de los que se creen dueños del poder
y los desafío.
Cacareo en sus ambiciones, son trémulos insignificantes.
Reptiles de la miseria, alquilan soles, aguas, venden órganos, niños, aire, como dueños.
Se creen propietarios del cielo y la vida de los otros.
Tienen miedo, viven con miedo, porque saben....
que el día de los justos llegará y …
no tendrán perdón, ni lugar, ni tiempo.