24 de abril de 2021

EL ALEMÁN (*)

 

Por Matías Gil


Mi viejo, en su niñez, tenía un vecino el cual hoy no recuerdo su nombre. Pero sí recuerdo que era alemán, un dato algo curioso recordar una nacionalidad y no recordar un nombre. Este dato lo recuerdo porque mi viejo me contaba que cuando jugaban a la guerra, repetían la frase:-matemos a los alemanes- y él les decía, riéndose “¡¿Siempre con los alemanes?! Elijan otro país. Hubo muchos países que estuvieron en guerra”. Y agarraba una de las armas de juguetes hecha con restos de madera por los nenes y se ponía a jugar con mi viejo y los otros chicos, como si fuera otro niño. En esa época los nenes hacían sus propios juguetes, la imaginación se dejaba fluir sin tanta tecnología, con menos cosas materiales pero con otros valores. Esos valores iban a tener una caída, iban a sufrir un ataque provocado por un grupo de verdes asesinos que se iban a encargar de imponer el terror y destruir todo lo que las manos hayan creado. Destruir todo lo que sea a favor del pueblo.

El alemán era profesor de química en la Universidad de La Plata, un tipo bastante inteligente, pero ignoraba lo que le estaba por suceder. Jamás habría pensado que esas armas de madera, construida por nenes, con las que jugaba con mi viejo, se podían volver reales y atentar contra su persona. Esas armas llegaron una mañana muy temprano. Con violencia lo retiraron de su casa, completamente desnudo y atado a una silla lo subieron a un camión. Los verdes asesinos miraban, apartando a los vecinos solo con sus ojos. No recuerdo si en el relato que me contaba mi papá el alemán tenía familia… pero si existían, me imagino el dolor de saber que nunca vas a volver a ver a un ser querido.

Esto no es todo, creo que hay algo más ruin y horrible en este relato. Cuando los secuestradores del estado se fueron, varios vecinos, inclusive un tío de mi viejo, saquearon la casa. Como buitres que rodean su presa moribunda, miraban y observaban el secuestro para luego adentrarse en la casa y robar lo que pudieran. Que tristeza que los vecinos de toda su vida no luchasen contra esos verdes asesinos y sean partícipes de tal atrocidad. También me entristece no saber el nombre del alemán. Me gustaría recordarlo para que no se olvide a uno más de los treinta mil desaparecidos. Me gustaría que no haya gente cómplice de esos monstruos. Por vos alemán, ni olvido, ni perdón.


(*) El texto forma parte de la producción sobre el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia realizada por los integrantes de los talleres de escritura y lectura Lucina Resiste que se desarrollan en CTArte.