25 de abril de 2020

MENSAJERO

Por Héctor Corti

El mensaje llega volando.
Esta mañana, como cada mañana, Luis se siente tan orgulloso de su lema de mensajero como del impecable uniforme que utiliza para su tarea. Rapidez y buena presencia se repite mientras camina con la carta en la mano rumbo a su destino. Pero la marcha a paso firme se frena cuando dos cagadas de paloma se estrellan en la solapa y en el pecho de su chaqueta. Sin terminar de recuperarse, la sorpresa es mayor al caerle encima el cuerpo de una paloma que, lejos de saber si es la culpable del desastre, lo termina de impregnar con sus sanguinolentas vísceras y le pegotea parte del plumaje.
Dueño de una envidiable frialdad para resolver cualquier imprevisto con celeridad, Luis toma la que le parece que es la mejor decisión. En semejante estado es inconcebible que se presente para entregar la carta y como su casa está a pocas cuadras, regresa a limpiar el uniforme.
En su vivienda, Luis se quita la chaqueta y rocía con un quitamanchas los lugares en donde esta sucia. Toma una franela y frota para limpiarla. Las manchas no salen, parecen expandirse. Y las plumas están cada vez más adheridas.
Luis comienza a preocuparse. Mira su reloj y calcula que ya no le queda demasiado tiempo para cumplir con la responsabilidad de su trabajo. Con el resto del quitamanchas hace un último intento para limpiar la chaqueta. Pero es inútil, no da resultado.
Entonces, con su envidiable frialdad para resolver cualquier imprevisto con celeridad, Luis se pone la chaqueta y sale volando. En el pico lleva la carta.